miércoles, 30 de mayo de 2012

En brazos de la fiebre

Estoy tumbado en la cama, sudando, ardiendo de fiebre. Muerto de frío, me arropo hasta el cuello. No tengo sueño pero poco a poco voy perdiendo consciencia de la realidad que me rodea. Es una mezcla de sueño y delirio, provocado por la enfermedad. Los ojos se me van cerrando y voy abandonando la habitación.

De repente estoy en un espacio diáfano, de una blancura impoluta. Es una luz tan blanca y brillante que emborrona la visión. A lo lejos se ve una figura difusa. No se adivina qué es, pero sí se intuye una amalgama de colores vivos.

Me voy acercando. Las formas de la misteriosa figura se van definiendo, creando cada vez más claramente la silueta de un hombre. Hay algo a su lado, una forma prácticamente cúbica que le llega al hombre a la altura de la cintura.

Cuando alcanzo al hombre, descubro que es un payaso y que, aquello que había a su lado, era una lavadora. Ya había visto antes a ese hombre. Un recuerdo: la televisión de mis abuelos y un anuncio de detergente. Sí, ese hombre no podía ser otro que El Payaso de Micolor.

“¿Qué habrá sido del aquél otro payaso, ese que acababa con el traje descolorido?” Me pregunto en silencio. No hablo con el payaso, parece ocupado haciendo la colada.

De repente escucho algo a lo lejos. No parece un simple ruido, tiene ritmo y melodía. Se va haciendo cada vez más fuerte y claro. “Conozco esa canción”, me digo. Ya está lo bastante cerca como para entender la letra:

El camaleón, el camaleón,
cambia de colores según la ocasión…
Miro hacia donde proviene la voz y veo a un tipo orondo, con una túnica verde lima y amarilla. Es calvo y lleva unas gafas de sol enormes. Su piel está bronceada y reluciente. Comienza a cantar otra vez con una voz estridente, estirando las vocales y marcando mucho las erres. Es King África. Empieza a hablar con El Payaso de Micolor. Parece que se conocen. “Ya he visto suficiente aquí”. Me alejo de los dos hombres, que se pierden en la luz.

Me despierto en la habitación oscura, mirando hacia la pared. Parece que la enfermedad ha mejorado. Pienso en lo absurdo del sueño y no puedo evitar reír.

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