jueves, 14 de junio de 2012

De héroes, perros y Clios blancos

Cae la noche en Gotham City. Una Gotham City increíblemente parecida a Ciudad Real. En un lo alto de un bloque de pisos, recorta su silueta a la luz de la luna llena un hombre envuelto en un capa. Aquí no hay altos rascacielos y la pose de Batman no es tan espectacular como en los cómics o películas. 

Su archienemigo, el Joker, ha vuelto a escapar de Arkham y planea algo. Ha llegado a los oídos de Batman que el Pequeño Ayudante de Santa Claus, el perro de la familia Simpson, ha sido secuestrado. Seguramente que ambos sucesos, la fuga del Joker y el secuestro del perro, estén relacionados. 

Baja Batman de la azotea de un salto, cayendo majestuosamente a la calle. Camina deprisa entre la gente, que clavan sus ojos en él, curiosos, pero no demasiado desconcertados. Los ciudadanos de Gotham ya están acostumbrados a la presencia de Batman. Por fin llega al lugar dónde tenía aparcado el Batmóvil: la puerta de un pub con las paredes decoradas con dibujos llamado el Living Room. El coche se trata de un Renault Clio de color blanco, un coche pequeño, ideal para encontrar aparcamiento si no dispones de una plaza de garaje. 

Batman irrumpe en la guarida del Joker. El sitio es oscuro y está lleno de aparatos tecnológicos muy diversos y amenazantes, al estilo del laboratorio del Doctor Doofersmith. Entre ellos está el pequeño Ayudante, un ser bidimensional embebido en una realidad de tres dimensiones. Su cola ha sido sustituida por un artilugio robótico que menea feliz por ver a Batman. De detrás de uno de los aparatos aparece el Joker, sonriendo, sorprendido de que Batman hubiese dado tan pronto con sus planes. 

No hay tiempo para explicar el malvado plan: me tengo que levantar e ir a clase…

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